domingo, 4 de diciembre de 2011

ESCUCHANDO EL PIANO


Como una caja de sorpresas
el piano se abrió
y la luz invernal
cambió a primavera.
Un revuelo de mariposas
llena la estancia.
 La música
acaricia el crepúsculo
y un desgarro
se abre de pronto
dentro de mi alma;
un recuerdo lejano,
una voz que susurra
en el tiempo.
Veo los campos de trigo
donde corrí. 
Bajo el sol del estío 
no había más mundo 
a dónde ir.
La luna, 
 con su luz clara,
 mi sueño acuna.
Niño soñador
de melancolía en la mirada
que  las espigas saltaba
queriendo ser pájaro
o ser flecha disparada
hacia la nube
 más alta del cielo.
Te busqué
rebasando las murallas
que se alzan 
en los ojos del miedo 
de un niño
 en la penumbra.
 Las notas del piano
balanceando mi cuna
y tus caricias, madre, susurran
la nana de cada noche.
Me traen tus manos blancas
 el aroma de las flores.
 Me elevo en un pentagrama
hasta las nubes azules,
buscando la orquesta
de las aves
que acompañan al piano.
Miro la luna.
Todos los astros 
están en tu mirada.
Ay, madre,
sigo sintiéndote ante mí,
 protectora y abnegada.
Las sonrientes estrellas
y esa luna de plata
 sobre el trigo 
y esa vieja música 
que aún se extiende 
por todo mi universo.
Yo esperaba tu beso
y la hora de los cuentos
 y la hora de tu canto
para oler en tu pelo
 las hierbas del campo.
El piano deja correr los dedos 
por el cabezal de mi lecho.
Un revuelo de mariposas
llena la estancia.
Niño soñador
de melancolía en la mirada.
Cómo ahuyentaban tus nanas 
la nieve de mis sábanas 
y me rendía al sueño 
contemplando tu cara 
con la luz de la luna 
en la ventana.
 

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