Mirándome en el espejo
contemplo el rostro de un
hombre
que quisiera ser corcel alado;
surcar con el airoso vuelo
de un unicornio
el océano.
Miro la tierra con ojos
impresionados
por la lluvia de jazmines
que cae a mi paso.
Miro en el espejo
y veo la Edad de Oro.
Contemplo mi rostro de barro
mientras llueven alrededor
cenizas del cielo
porque arden los bosques.
Pregunto para qué tanta
lucha,
por qué no detenernos
sobre el filo del bello amanecer
e ignorar todas las guerras.
Que nos desnude el alma
la luz del ocaso.
Renazcamos como el Ave Fénix
de nuestras propias miserias
y pongamos al amor por
bandera.
En las hojas doradas
de los álamos
seamos transparentes como la
lluvia,
seres de luz que traigan bandejas
colmadas de esperanza..
© IREL FAUSTINA BERMEJO
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