Jóvenes de ébano,
con hermosas cabelleras
crispadas,
como las de un dios inmortal;
pletóricos pechos,
colmados de gloria.
Trajisteis el perfume
que nos embriagó,
y pasiones ardientes
que agitaron las mareas.
Llegasteis con los cuerpos airados,
abiertos como la primavera.
Llegasteis bajo la lluvia,
con la espada de los guerreros
en el cíngulo enredado a la cintura.
Llegasteis a galope, con las gaviotas,
abatidos por un largo viaje,
cruzando con vuestro corcel blanco
las islas y las espumas,
perfumando el último
destello del horizonte.
¡Jóvenes de ébano,
a quienes ampara la luna!
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