Llueve. La tierra tiene ese olor que nos gusta. Llueve. Se ha enfriado mi cuerpo que hervía de febril bochorno. Llueve. Ya no queman los guijarros de los caminos que se pierden al quedar intransitables por las montañas y podemos descalzarnos y sentir el contacto con el barro de la tierra. Llueve. Ya el estío se va como el alba en su velero a otros lugares que tú y yo aún desconocemos. Me gusta el sonido de la lluvia cuando caminamos, por la cintura cogidos, sobre las secas hojas de los carrascos pinos arrancadas por los primeros vientos. Me gusta descubrir el mundo como si acabásemos de nacer y todo nos fuera nuevo. Me gusta el latido de mi corazón acompasado al pulso de tu sangre. Sentirme mujer sabia y hermosa; desatar mis instintos más primitivos y amarte, una vez más amarte con toda la pasión de mi género, como si la muerte fuera el destino.
lunes, 5 de septiembre de 2011
LLUEVE
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