He pretendido destruirte con la palabra,
con los versos alzados con mis manos
y lanzártelos a la cara y a tu oído
gritándo que no estoy de acuerdo
con tu poder de capitalista y el modo
en que oprimes a los hombres.
Te diré miles de veces
que eres un dictador enmascarado
y mi arma contra ti es la poesía.
Te consideras inmune a la palabra.
No ves el filo doble que se clava.
No sientes cómo se hiende
la metálica hoja del verso
y va minando tu poderío.
Podrás considerarme tu esclavo
pero no podrás frenar la libertad
de lanzarte esta arma
y desestabilizar todo tu sistema.
Sí, te reirás al verme indefenso,
así que nada puedo perder
y oso a hundir en tu pecho
esta aparente inofensiva espada
de la que ríes y despreocupas
sin advertir el peligro.
No subestimes al poeta,
es él quien te desvela
en tus angustiosas madrugadas,
quien rompe las cadenas
junto a las aguas quietas
donde impúdicas se bañan
las estrellas.
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