Una punzada se me clava
en mis entrañas;
de pronto se me corta
el cordón umbilical
y un amargo trago
de cicuta paraliza mi latir.
Se me destroza el alma:
La luz estival me golpea.
Se derrumban los muros
de nuestra casa;
una tormenta de arena avanza
por el sendero por el que la parca
te viene a buscar.
Y tendré que levantarme
y seguir arrostrando tu partida
con el dolor de los recuerdos
que empapan el campo que labraste
con tu magnánimo amor de padre.
Permaneceré escuchando los acordes
de tus sabias palabras
en el columpio de la existencia.
No te vayas aún, no mires a la cara
a la muerte.
Déjala que siga esperando,
será paciente.
Vive un poco más
porque tu amor nos alimenta.
Una punzada se me clava
y el aire se me escapa.
El cielo azul que resplandece
y todo a mi alrededor lo envuelve
con su luz blanca
que me deslumbra y me hiere.
De pronto el cordón umbilical
se ha cortado por sorpresa
y me siento más bebé que nunca.
Necesito que me acunes un día más,
una semana, un mes, un año…
que sigas nutriendo con tu amor
mi vida y mi esperanza.
Y sin embargo, no he de tener miedo
porque has sido un hombre
noble y bueno
y, si existe el cielo,
los ángeles te guiarán
por ese sendero
de nubes de algodón
hacia la vida eterna
Una punzada se me clava
porque me faltará el abrazo protector
y tus ojos azules
que me mostraron la vida.
Y cuando te vayas,
tendré que hacerlo con una sonrisa,
con dolor, pero sin lágrimas,
para ayudarte a partir
hacia la otra orilla.
Una punzada se me clava
No hay comentarios:
Publicar un comentario